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viernes, 12 de septiembre de 2008

El gato y el cohete

Antes tenía miedo de que llegara la noche porque no podía dormir y oía al gato maullar lastimeramente bajo mi ventana cuando había luna llena.
El gato era gris y blanco como la cara de la luna y le gustaba sentarse bajo mi ventana sobre la hierba húmeda de rocío, al pie del ciruelo que mi abuelo plantó junto a la tapia del jardín. Cuando le oía me ponía mi jersey de lana morada para no tener frío y me asomaba; el gato se callaba y me miraba con sus brillantes ojos, como dos linternas pequeñas y verdes, y parpadeaba mirándome. Yo sentía un escalofrío y me rascaba la barba y empezaba a temblar.

Una noche que no podía dormir oí en la radio que tengo en mi mesilla de noche que Europa iba a lanzar su primer cohete espacial a la luna. Lo estaban terminando de construir en algún lugar secreto y pronto estaría listo. El comentarista de la radio dijo que corría el rumor de que no iban a mandar el cohete vacío, sino que dentro viajaría un ser vivo. No sabían si sería un perro, un mono o una rata blanca de laboratorio.
A partir de esa noche, vi al gato gris y blanco sentarse bajo mi ventana más a menudo mirando a la luna y maullando con más fuerza y durante más tiempo. Se tiraba toda la noche y yo permanecía en la ventana mirando al gato y a la luna y entendía perfectamente lo que decía. Decía que quería ir a la luna.
Se lo conté a mis sobrinos y se rieron mucho de mí y dijeron que estaba pirado. Mis sobrinos se suelen reír mucho conmigo pero no me preocupaba porque me gusta verles tan contentos oyendo mis historias.
A la mañana siguiente mi hermana me llevó al médico. El médico dijo que siguiera tomando las dos pastillas diarias, una por la mañana y otra por la noche y me explicó con palabras sencillas que permanecer estable es bueno y que para seguir así no debería mirar tanto a la luna.
La noche siguiente había luna llena pero no había visto al gato. Me acosté pronto sin asomarme a la ventana, como me aconsejó el médico, pero de madrugada me desperté muy nervioso, con la boca seca y el corazón latiendo muy rápido, me bebí dos vasos de agua seguidos, puse la radio y oí que el cohete ya estaba listo para ser enviado a la luna. Me asomé para buscar al gato, y no le ví por ninguna parte. Por la radio seguían retransmitiendo el lanzamiento. Mientras miraba por la ventana vi una estrella brillante que se movía junto a la luna unos segundos y luego desapareció.

Han pasado varias semanas desde que lanzaron el cohete a la luna y no he vuelto a ver al gato gris y blanco. Los científicos y los expertos dicen que ha sido todo un éxito, que el cohete llegó a la luna sin novedad, que aterrizó por control remoto, que bajó un robot para explorar la superficie lunar y coger muestras y luego por control remoto también volvió a despegar y entró en la atmósfera terrestre y amerizó. Dicen que el robot sufrió un desperfecto y no pudo volver al cohete y se quedó en la luna para siempre.
Ahora antes de irme a dormir me asomo a la ventana todas las noches y cuando hay luna llena la observo atentamente durante un largo rato, procurando que mi hermana no me vea, y siempre, siempre, veo un par de luces más brillantes, casi verdes, en medio justo de la cara gris y blanca de la luna, que se encienden y se apagan como si parpadearan. Y ya no tengo miedo.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Por más que sepamos sobre ellos, la luna y los gatos son los misterios últimos de la humanidad... :) Tremendamente tierna e intrigante, Alice, un cuento precioso.