Yismani quitó el celo del paquete de cigarrillos mentolados despacio, muy despacio. Rompió el papel dorado y sacó un pitillo. Cogió el mechero azul y lo encendió, absorbiendo la primera calada como si fuera la última. Enseguida aspiró el humo otra vez y contempló cómo subía en volutas, contra la luz del atardecer que entraba por la ventana. El humo hacía extraños giros azulados, subía, bajaba, giraba sobre sí mismo, como un perfecto sistema caótico con sus propias reglas.
Yismani se quedó fascinada observando el humo del extremo del pitillo, y el humo que salía por su boca y sus fosas nasales, mientras iba sintiendo el efecto que le producía. «Yo soy humo», osó pensar. «Tarde o temprano, acabaré en volutas de humo azulado». Y Yismani sonrió.
2 comentarios:
Complejo, sutil, libre, azulado... realmente no veo ningún problema en terminar como humo... :)
No, Yvi, no hay ningún problema; yo quiero ser humo "ahora mismo"...:-(
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