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lunes, 8 de septiembre de 2008

Entre ollas

Aprovechando mis "vacaciones forzosas", y que hoy estaba relativamente animada (qué raro), me ha dado por meterme en la cocina. Después de buscar en google (tengo un par de libros de recetas, pero no sé por qué prefiero buscar en internet) una receta de ensalada de garbanzos, he encontrado una que me gustaba y de la que tenía todos los ingredientes en casa. Así que me he puesto el delantal, he desempolvado la olla exprés y el mortero de madera que compré hace años en un todo a cien y me he puesto manos a la obra.

Mientras machacaba el diente de ajo, he recordado con fuerza mi infancia. Mi abuela, el pelo gris (la pobre murió con 92 años sin conseguir que su pelo se volviera blanco del todo, como anhelaba) recogido en un moño que solía hacerla yo con una larga trenza y unas cuantas orquillas, con su delantal remendado, sus millones de arrugas en la cara, y sus manos nudosas machacando algún extraño mejunje que luego echaba en uno de sus guisos. Yo le ayudaba a picar los ajos y el perejil con mis dedos de 10 años. Aguantaba sus gruñones comentarios (el picado nunca me salía del todo fino), porque sabía que luego me relamería con el guiso y porque sentía que en el fondo mi abuela me quería.

La ensalada de garbanzos aderezada con el majado de ajo y cominos me ha salido muy rica y muy nostálgica.

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