A Sandra Lagos le dieron a elegir entre sus gatos y su casa. Sandra no tardó ni una décima de segundo en decidir que prefería a sus gatos. Firmó todos los papeles que le presentaron sin leerlos, y casi a medianoche recogió unas pocas pertenencias en una mochila, habló seriamente con Merry, Tuso y Cluny y salieron por la puerta de su casa para no volver nunca más.
Sandra y sus gatos se dirigieron al parque que había detrás de su antigua casa. Buscaron un banco no muy sucio y con unos cartones se hizo un lecho. Sus tres gatos se tumbaron sobre ella para darse calor.
Otras noches, cuando hacía frío o llovía, entraban en un cajero, o en un portal que había quedado abierto, y allí pasaban la noche resguardados.
De día, Sandra se sentaba en un banco o en el suelo si no encontraba un banco libre, y hacía dibujos a carboncillo de figuras felinas, los exponía a su alrededor y los vendía entre los transeúntes. Gatos al acecho, gatos en reposo, gatos durmiendo, gatos observando la nada, leopardos sobre un árbol, tigres relajados, leonas cazando a su presa. Se vendían bien. Así conseguía comida para ella y pienso para sus gatos.
De vez en cuando, a Merry, Tuso y Cluny se les añadían algún gato callejero nuevo. Se olisqueaban entre ellos mutuamente, saludándose, y todos seguían a Sandra Lagos, por calles, parques y plazas. La gente solía llamarla la loca de los gatos.
Pasaron muchos años. A Sandra se le puso el pelo blanco, vestía ropas casi andrajosas pero de colores chillones y cojeaba ligeramente. Merry, Tuso y Cluny ya eran muy ancianos. Merry apenas comía, estaba en los huesos y su pelo era áspero y sus ojos estaban sin brillo. Sandra supo que Merry estaba a punto de morir. Le abrazó con fuerza.
Sonó un claxon justo al lado de la ventana. A continuación, el despertador empezó a emitir su irritante pitido. Sandra se despertó sobresaltada. Tuso estaba sobre la almohada de al lado, Cluny a sus pies, y Merry plácidamente dormido contra su cara. Sandra se echó a llorar desconsoladamente.
Dedicado a Merry, Tuso y Cluny
12 comentarios:
anda, que linda historia...definitivamente yo hubiera hecho lo mismo.
saludos!
Del diccionario de RuiXi:
claxon: cualquier ruido molesto que nos recuerda que la vida no es heroica.
Me gusta Sandra...
Muy bonito.
Yo tuve una gatica también, Carola se llamaba, era preciosa. La tenía suelta. Se iba por los tejados, pero siempre que la llamaba enseguida se oía el cascabel que se acercaba...
Ains...
El cuento es muy bueno... Aunque no comparto la pasión por los gatos, creo que cualquier día de estos pasará lo mismo con los niños... da también para una historia paranoíca, tal vez.
Un supersaludo
¿Cuantas veces he soñado hacer lo que Sandra? huir definitivamente hacia un mundo más libre, menos hipocrita y sin tantas hipotecas que nos atormentan.Pero finalmente la cobardía nos sumerge nuevamente en la senda de este caminar frio y materialista, en donde nuestra única preocupación es escucharnos a nosotros mismos.Si escucharamos más los sonidos del silencio, las voces calladas de una mirada suplicando un poco de cariño, aprnderíamos a ser más libres y a sentirnos parte del mundo, no el ombligo del mundo.
Una historia fantástica, Alice. La noche te envuelve con su mágia y te inspira grandes historias. Un beso guapa.
Ah, en primer lugar, la entrada suprimida es una mía que había escrito mal (que no censuro, jejje). Gracias a todos, no me merezco los elogios.
La vida de Sandra (y la mía), sin mis gatos, no tendría sentido. Si hay alguien que puede amarte con un amor incondicional y fiel a tope, son las mascotas, tanto perros como gatos, aunque está claro que mis preferidos son los gatos. Tan libres, tan suyos, tan inteligentes.
visbruji, muchas gracias, me sonrojas de nuevo y te agradezco tu comentario con todo el corazón.
SW, acabas de darme una buena idea, muchas gracias :-)
dune76, te comprendo, pero es arriesgado dejar a los gatos que recorran los tejados libremente. Pueden no volver nunca, sobre todo si no están castrados.
Los míos están castraditos, pero se les ve tan felices, jugando entre ellos, y saliendo al patio (vivo en un bajo) de vez en cuando a perseguir bichillos. No siento que les esté robando parte de su vida, sino que se la hago algo menos libre, pero más segura, y muy llena de cariño...
Yvi, me alegra de que te guste Sandra. Los claxons no deberían existir.
Sí que me ha gustado esta historia, Ali.
Kiss.
Muchas zenkius, Gloria :-D
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