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jueves, 3 de julio de 2008

Verano

Las cigarras (o chicharras que diría mi padre) cantan ruidosamante en los olivos. No se oye nada más. Hay cuarenta grados a la sombra y yo me refugio en la casa de adobes de mi infancia. Las persianas bajadas, hace casi frío. Espero a que el sol se ponga para coger mi bicicleta BH y recorrer los caminos en soledad, asustando a perdices y liebres y escuchando sólo las cigarras y el ruido de la cadena de mi bici y mi propia respiración. Me pararé bajo algún olivo, veré la puesta de sol y oiré a los grillos que le cogen el relevo a las chicharras. Ya casi de noche, regresaré a mi casa, sola en mitad del campo, junto a un pajar y a una granja de pollos, para dormir como un lirón toda la noche.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

esas son sensaciones manchegas que yo he podido disfrutar desde que vivo por estos lares. Gracias por hacermelo saborear otra vez.

Alicia dijo...

Me alegro mucho, Ysabel :-)
besos