Me sumerjo en tu cuello, para perderme, para desaparecer. Mientras me abrazas, mis labios recorren esa fina piel que palpita, al borde de tu camisa. Y todo se esfuma (la música y los amigos y las copas), y respiro más fácilmente, y algo se abre dentro de mí y siento que he llegado a casa por fin, después de tanto tiempo desterrada.
Y el vértigo vuelve de nuevo.
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