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domingo, 6 de septiembre de 2009
Amiga menorquina
No sé cómo me las apaño, pero suelo hacer más amistades gatunas que humanas. Al menos eso es lo que me ha ocurrido en mi viaje menorquín. Una gata semi-callejera (vivía entre acebuches, pero se dejaba alimentar por los inquilinos temporales de los apartamentos donde habité esta semana en Menorca), me adoptó. Y se dejó querer.
La primera noche, incluso nos indicó el camino hasta nuestro apartamento (¿magia felina, casualidad?, quién sabe). Andábamos perdidas, y ella apareció justo en el momento adecuado, en el sendero que nos conducía hasta nuestro apartamento. Y por supuesto yo la seguí.
Los días siguientes, volvió a acudir a nuestra puerta (a veces por su propia iniciativa, a veces cuando yo la bisbiseaba), subía las escaleras, y ronroneaba en la terraza, frotándose con todo lo frotable, hasta que le daba algo de comer (pan, atún en conserva, no era muy exigente). Un día incluso entró hasta la cocina.
Esto me ha hecho reafirmarme en algo que ya sabía. A lo largo de mi vida, la especie felina me ha dado más alegrías y satisfacciones que la especie humana. Con mucha diferencia. Por algo será...
Gracias, Quina.
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2 comentarios:
jeje, nuestra amiga Menorquina, asi la bautizamos. jejeje!!!
¿Que cosas tiene la vida? Alicia y los gatitos...
vaya bien que lo pasamos... y lo que nos echara ahora de menos esa gatita ronroneando por el nº62. jejeje!!
Unas vacaciones geniales, cierto, Nurypi, y cuánto nos costó encontrar el apartamento 2062 el primer día, eh? :-)
gracias por comentarme
besos
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