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jueves, 31 de julio de 2008

Qué buenas las lágrimas, que curan las heridas del alma.
Qué sabias las lágrimas, que sanan los dolores del alma.
Qué dolorosas las lágrimas, que escuecen cuando las heridas están infectadas.

domingo, 27 de julio de 2008

Vuelo final

Una carrera corta y vuelo por el aire. El viento me lleva sobre la peña. Silva en mis oídos. Me acuna suavemente. Vuelo sobre la ladera, sobre el valle, cada vez más alto. No puedo imaginar nada más liberador. Vuelvo a recordar cuando ella salió por la puerta por última vez. Cuando me dio el último beso. "El beso final", lo llamó ella.
Rebusco en mi bolsillo. Saco la navaja. Comienzo a cortar las cuerdas. Al tercer corte, el parapente empieza a perder la forma. Como yo cuando me estrelle contra las peñas.

Se acabó

—¿Cómo que se acabó? —exclama Norberto.
—Pues eso, que se acabó.—puntualiza Silvina.
—Vamos, mujer, estás cansada.
—Si, la verdad es que sí que estoy cansada. Muy cansada.
—Anda, vamos a dormir, y por la mañana lo verás todo de otra forma.
—Que no, que se acabó.
—Y dale, ¿pero por qué, mujer, por qué se acabó?
—Porque no puede ser.
—¿Cómo que no puede ser?
—Pues eso, que no puede ser.
—¿El qué no puede ser?—dice Norberto empezando a perder la paciencia.
—Esto.
—¿Y qué es esto, joder?
—Nada, déjalo. Tienes razón. Estoy cansada.—Silvina le da un beso en la frente y se va a dormir.

miércoles, 23 de julio de 2008

Agobiada, estresada, cabreada, irritada, deprimida, frustrada, ofuscada.
A punto de tirar la toalla. A punto de la locura.
Que lo paren todo que me quiero bajar, que ya no puedo más, que esto no es lo mío, que me quiero fugar a una isla desierta, sin bancos, sin teclas, sin diferenciales, sin hipotecas, sin pruebas, sin pantallas, sin bits ni megabits, sin ficheros, sin recursos y sin dinero.

Sólo con tu cuello y mis labios recorriéndolo.

jueves, 17 de julio de 2008

Bajo la muralla















Abrazados bajo piedras de mil años.
Rodeados por cientos de vencejos.
El arco nos oculta.
Los truenos retumban.
Un camión atraviesa la muralla.
Lo ignoramos. Todo se esfuma.
Sólo tu cuello, sólo mis labios en tu cuello.
Sólo tu cintura, sólo mis manos en tu cintura.
Sólo tus labios.

domingo, 13 de julio de 2008

En carne viva me dejaste.
Carne viva y mortal y dolorida y gozosa.
Demasiadas sensaciones a flor de piel.
Demasiado sentimiento por dentro.
Hoy fue necesario anestesiarme un rato.
Para no sentir tanto.
Para no perderme demasiado.
Para pensar que sigo teniendo el control.

Luna

La luna es mentirosa, fue lo primero que aprendí sobre la luna. Cuando crece, forma una D. Cuando decrece, forma una C.
Esta noche está creciendo, satisfecha, orgullosa de sus cráteres y de su forma de D. La luna creciente augura buenos presagios. Promesas de nuevos crecimientos, de nuevos adelantos. La luna creciente de verano en la ciudad, medio escondida tras los edificios. Tan tímida y reservada ella. Tan silenciosa. Pero tirando de mí con todas sus fuerzas para transformarme en loba.
Gira y gira y gira. Todo gira a mi alrededor. Lo de abajo está arriba. Lo de arriba aparece abajo. Mi mundo patas arriba.
¿Cómo lo has conseguido?, ¿cómo has desordenado mi caótico mundo? ¿Cómo conseguiré huir de tus dulces palabras y tus suaves abrazos?
¿Cómo podré no librarme de tí?

sábado, 12 de julio de 2008

Días libres

Relax. Tranquilidad. Nada que hacer. Nada que yo no quiera hacer. Nada que me oblique nadie a hacer. Todo el tiempo del mundo. Toda la libertad del mundo. O casi toda. O eso quiero creer. Hasta nueva orden, todo mi tiempo es mío, sólo mío. Y pienso disfrutarlo.
¿Recordaré cómo se disfruta del tiempo libre?

lunes, 7 de julio de 2008

Me sumerjo en tu cuello, para perderme, para desaparecer. Mientras me abrazas, mis labios recorren esa fina piel que palpita, al borde de tu camisa. Y todo se esfuma (la música y los amigos y las copas), y respiro más fácilmente, y algo se abre dentro de mí y siento que he llegado a casa por fin, después de tanto tiempo desterrada.
Y el vértigo vuelve de nuevo.

domingo, 6 de julio de 2008

Destino: Barrio del Pilar, dice el letrero luminoso, en rojo. Consigo sentarme en el autobús abarrotado. Me siento tan sola. No creo en el destino, pero el letrero me recuerda una y otra vez que el mío, al menos esta madrugada, es el Barrio del Pilar. A partir de mañana, quién sabe cuál será.

sábado, 5 de julio de 2008

Es de madrugada, la calle del mercado está desierta, con bolsas y papeles por las aceras, con jóvenes de botellón en los bancos. Camino agotada sobre mis plantas, mis ojos resecos, los árboles dormidos, los camareros recogiendo las terrazas. La ciudad se prepara para dormir. Yo quiero mantenerme despierta. La noche es muy corta y el día demasiado largo.

viernes, 4 de julio de 2008

Se siente vértigo ante un camino nuevo, como junto al borde de un precipicio. Quieres dejar atrás lo viejo, avanzar y recibir lo nuevo, pero da mucha pena. Duele arrancarse lo viejo, lo que te ha servido durante meses, quizá años, y enfrentarse desnuda a lo nuevo, a lo desconocido, aunque sea mejor que todo lo pasado. Comienzas a andar titubeante por la senda sin explorar, casi tambaleando das unos pocos pasos. Supongo que según avanzas te vas sintiendo más segura y el paisaje resulta poco a poco conocido y familiar y hasta llegas a pensar que ya habías estado allí, quizá en otra vida. Pero el vértigo inicial, aquel que te paraliza en la linde, que te clava los pies al suelo y te hace dar vueltas la cabeza, ese no te lo quita nadie.

jueves, 3 de julio de 2008

Verano

Las cigarras (o chicharras que diría mi padre) cantan ruidosamante en los olivos. No se oye nada más. Hay cuarenta grados a la sombra y yo me refugio en la casa de adobes de mi infancia. Las persianas bajadas, hace casi frío. Espero a que el sol se ponga para coger mi bicicleta BH y recorrer los caminos en soledad, asustando a perdices y liebres y escuchando sólo las cigarras y el ruido de la cadena de mi bici y mi propia respiración. Me pararé bajo algún olivo, veré la puesta de sol y oiré a los grillos que le cogen el relevo a las chicharras. Ya casi de noche, regresaré a mi casa, sola en mitad del campo, junto a un pajar y a una granja de pollos, para dormir como un lirón toda la noche.