Acabo de volver a ver Troya. Antes de que estrenaran esta película (hace ya cuatro años), me aburrían las tragedias griegas, las batallas campales me asqueaban por el exceso de sangre, y Brad Pitt no me gustaba. Una vez vista la película, cambié de forma de pensar.
Sobre todo me gustaron los diálogos (algunas frases de Aquiles son memorables), las escenas de amor entre Aquiles y la sacerdotisa de Apolo y las luchas cuerpo a cuerpo entre hermosos guerreros.
Quizá el hecho de que Aquiles fuera encarnado por Brad Pitt influyó bastante en que la película me cautivara. Aunque como ya he dicho antes empezó a gustarme a partir de este momento, ya cumplidos los cuarenta (este actor mejora con los años, como los buenos vinos) y hasta me llegó a parecer que era buen actor.
Esta película también me recordó muchas de mis fantasías infantiles con héroes y heroinas, y amores y odios extremos. Cuando yo era una niña aislada en mitad del campo y no tenía mayor entretenimiento que imaginar historias apasionadas e inverosímiles entre hombres semi-dioses y mujeres valerosas.
Ahora que cada día me encuentro rodeada de militares, estas películas de batallas me afectan más que nunca. Y eso que las películas bélicas, de hombres matando a hombres (cuerpo a cuerpo o utilizando diversas armas), siempre me han perturbado e interesado especialmente. Tengo que analizar el por qué.
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