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martes, 26 de mayo de 2009

Arenas movedizas


Iba paseando tranquilamente por el desierto, mientras me arrancaba del pecho unas molestas espinas que se me habían clavado del último cáctus con el que me topé, y tan distraída estaba que no miré por donde pisaba, cuando noté que mis pies comenzaban a hundirse en la arena, pero no me preocupó mucho, a veces pasa, es lo que tiene la arena del desierto, blanda bajo las pisadas, cambiante y móvil por el viento, así que no me asusté y me fui hundiendo cada vez más, la arena ya me llegaba hasta la rodilla y subiendo, y llegó a la cadera, y aquello parecía que no iba a parar nunca, y yo me quedé ligeramente paralizada, mirando el cielo sobre mí, y el sol cayendo a plomo sobre mi cabeza, y seguí quieta, mirando a mi alrededor, observando la arena que se acercaba cada vez más a mi cabeza, y yo seguía hundiéndome sin solución posible, y lo curioso es que me daba igual, no sentía miedo, casi me parecía gracioso, hasta que la arena me llegó al cuello y dejé de hundirme, como por arte de magia.
Había tocado fondo...



2 comentarios:

Ysabel dijo...

Alice, que relato tan interesante, haz el favor de volver a pensar historias, que llevas mucho tiempo tipo telegrama.
Besos

Alicia dijo...

Gracias, Ysa.
Pero ahora sólo me salen telegramas, como tú dices...
kiss