Páginas

jueves, 26 de marzo de 2009

Te amo, te odio

Ya, ya sé que me dijiste un montón de veces que eras ave de paso, que no me hiciera ilusiones, que lo nuestro no duraría, pero yo no te creí, no suelo creer a nadie, yo sólo siento, tengo intuiciones, ¿sabes?, y contigo sentí que la cosa iba a funcionar, que iba a ser algo duradero, ya sabes, que seríamos de esas parejas que se aman y se odian durante años pero que nunca se separan, o se separan sólo temporalmente, y a veces él tiene sus aventuras por ahí, que yo hasta te hubiese perdonado tus rollos con otras mujeres, que te lo dije, ya sabes que soy liberal en ese aspecto, porque yo entiendo tus necesidades, un hombre ardiente y apasionado como tú, no se iba a conformar con una sóla mujer, si yo lo entiendo, soy muy comprensiva, pero qué va, ni siquiera quisiste que probáramos, y tú erre que erre, venga a decirme que lo nuestro era pasajero y que me olvidara de tí, y que no me acostumbrara, pero cómo te iba a hacer caso, cómo iba a ser parajera esa química entre las pieles, ese tacto eléctrico, esa subida de pulsaciones con solo mirarnos, que sé que tú también lo sentías, no me mientas; y no me mires así, por favor, con esos ojos tan fijos, que tú sabes que era tocarnos y la temperatura subía varios grados, que no necesitábamos ni hablar, que todo era piel contra piel y saliva y besos y caricias y horas y horas en la cama, pero tú luego te pegabas una ducha y te ibas, y yo me quedaba sola, ahí tirada sobre la cama, agotada, satisfecha, y no me quejaba, nunca me he quejado, porque sabía que al día siguiente, o a lo sumo a los tres días, volverías a mi casa y a mis brazos y a mi lecho, porque sabía que tú tampoco podías vivir sin mí, así que tienes que entenderme, y no me mires así, y dime algo, por qué estás tan callado, que no sé si estás de acuerdo con lo que te digo, no sé si me quieres o me odias, que nunca lo supe, ni siquiera cuando estábamos en el momento más apasionado, cerca del clímax, y me apretabas el cuello con fuerza y me mirabas fijamente, con la boca abierta, como ahora, siempre en silencio, yo entendiéndote por tus gestos, por el temblor de tus miembros, por la transpiración de tu piel, por algún gemido ocasional...

Y yo estaba dispuesta a seguir así, con tus visitas esporádicas, con nuestras interminables sesiones amatorias; hasta hoy, que llegaste y después de hacerlo durante horas, me dijiste que era la última vez, que no habría más, que no volverías, que te habías cansado de mí, y yo me quedé callada, y no dije nada, para qué, no era necesario, sabía que no te iba a hacer cambiar de opinión, solo me estremecí como si me hubiesen quitado el aire, y empecé a tiritar como si la temperatura hubiese bajado diez grados, y te miré fijamente, y me puse la bata de satén marrón que tanto te gusta y fui a la cocina, y abrí el cajón de los cubiertos, y cogí el cuchillo más grande que encontré, y cuando volví al cuarto tú seguías tumbado en la cama, los ojos cerrados, como solías hacer al acabar (agotado, jadeante, dejándome satisfecha pero deseando más de tí, siempre más), y alcé el brazo, sin saber muy bien lo que hacía, y dudé, te juro que dudé un instante, y justo cuando abriste los ojos, verdosos, soñolientos, mi mano cobró vida propia, y bajó de repente, yo no hice nada, te lo juro, fue la mano sola, que empujó al cuchillo que se hundió en tu carne, y mientras yo lloraba a lágrima viva, tu sangre manaba y mi mano seguía bajando una y otra vez sobre tu pecho, y el cuchillo se hundía, y se hundía...

Y ahora te contemplo, tan quieto, tan callado, tendido sobre mis sábanas verdes manchadas de sangre, mientras te hablo y tú no me dices nada (¿por qué no me hablas?), y miro tus ojos congelados en una mirada fija, y podría estar así para siempre, a tu lado, recorriendo tu pecho suavemente con mis dedos, esos pectorales que tanto me gusta acariciar, ahora manchados de rojo...

6 comentarios:

Minerva dijo...

Hola!

El amor causa locura, es lo se muy bien.

He leído algunas de tus entradas y debo decirte que algunas son muy intensas, y la verdad, me gustaron mucho.

SALUDOS!

noema dijo...

¿de paso? a veces te acostumbras pero hay que saber que acaba. seguro que el también lo sabía y seguro que no le pillo de sorpresa la forma de acabar.

Alicia dijo...

Minerva, muchas gracias :-)

slv: uno nunca se espera estas cosas...

erato dijo...

A veces y sin saber muy bien por qué ni poderlo controlar, esas aves de paso se nos convierten casi en obsesión y cuanto más quieren volar lejos más las amamos...qué difícil es el amor!!!!!!!!!!!!!!!!Pero hay que avanzar como tú dices, avanzar siempre...un beso

yvi dijo...

Citando a Wilde, la diferencia entre un capricho y un amor eterno es que el primero dura más tiempo.

Cuidado con los caprichos... :)

SuperWoman dijo...

Como dice el Yvi, no hay manera de no ponerse trascendente leyendo esto...
Un supersaludo