Cuatro grados y un fuerte vendabal que arrastra hojas y periódicos secos. Y zarandea melenas y abrigos.
Los transeúntes cruzan casi corriendo los pasos de cebra.
Los que esperan al bus intentan refugiarse bajo la marquesina de la parada. Cuando la hay.
Los coches aceleran cuando cambia el semáforo, bordeando la plaza y consiguiendo milagrosamente no chocar entre ellos.
Las torres se inclinan bajo el viento.
Siento ganas de llorar...
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