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sábado, 31 de octubre de 2009
lunes, 26 de octubre de 2009
Encrucijada
sábado, 17 de octubre de 2009
lunes, 12 de octubre de 2009
Entre olivos
Soy una niña. He pedaleado más de una hora y me siento cansada. Apoyo la bici en un olivo y me siento al lado. Observo el sol que se pone. Oigo las cigarras que se van callando poco a poco. Oigo a los grillos que empiezan a cantar. Algún pájaro despistado cruza aleteando. Busca su nido. A lo lejos, en dirección al pueblo, se oye a un perro ladrar.
Me abrazo las rodillas. Imagino que mi padre ya habrá salido a buscarme. Pero no me muevo. Algo me lo impide.
Un murciélago cruza el cielo haciendo zig-zags. En el horizonte sólo hay un fulgor rojizo. Sigo sin poder moverme, la barbilla apollada en mis brazos cruzados. No quiero volver a casa, me digo. Prefiero esta soledad entre olivos y murciélagos.
Veo una luz por el camino y una voz que me llama. Mi padre me ha encontrado. Sonrío y rompo a llorar.
sábado, 10 de octubre de 2009
Preguntas
miércoles, 7 de octubre de 2009
Meditando
Cierro la ventana, corro la cortina. Apago la tele, apago el móvil, apago la radio.
Me siento con las piernas cruzadas en posición de loto, espalda recta, las manos entrelazadas sobre el regazo.
Cierro los ojos. Respiro hondo. Una, dos, tres veces.
Mi mente llena de ideas. Dejo que los pensamientos pasen como nubes por un cielo de otoño.
Respiro más hondo aún.
Me concentro en mi piel. Voy recorriéndola desde la punta de los dedos del pie hasta la coronilla, sin dejar de respirar lentamente.
Los pensamientos no dejan de surgir, y los dejo pasar, de un lado a otro de mi cabeza.
Pensamientos alegres, tristes, inquietantes, excitantes, dolorosos.
Y llega el momento.
El momento en que no pienso.
En que dejo de ser yo. Respiro hondo.
El momento en que el tiempo se para. Respiro hondo.
Riiing, riiing... Olvidé descolgar el teléfono fijo.
Despierto como de un sueño. Y sonrío.
(Dedicado a Nex)
martes, 6 de octubre de 2009
Luna de otoño
Más curiosidades sobre la luz de la luna llena aquí.
jueves, 1 de octubre de 2009
Huir o no huir
Lara se encasqueta la capucha de su cazadora hasta las cejas. Enciende un camel y sale a la calle, bajo la llovizna de medianoche.
Se cruza con el vagabundo de las barbas, que masculla algo sobre lo podrida que está la sociedad y el puto perro que se había orinado sobre los cartones que le servían de cama.
Lara sigue caminando sin rumbo hasta que llega al parque. Alza la vista y se sorprende al ver la silueta de las cuatro torres. Tiene la sensación de hallarse en otro país. De pronto, siente la necesidad de estar en otro país. A miles de kilómetros. Donde no conozca a nadie ni nadie la conozca. Donde no sepa ni el idioma. No se sentiría más sola que en esos momentos.
Enciende otro camel. Echa el humo mientras contempla las torres, ansiando huir. A miles de kilómetros de allí, Lara seguiría siendo Lara, piensa.
Apaga el cigarrillo con rabia. Nota un escozor en los ojos, debe ser por el humo. Da media vuelta y regresa a su casa. El vagabundo ha desaparecido.