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viernes, 28 de septiembre de 2007

Anacrónico


Una sala repleta de ordenadores con su zumbido característico. El sonido de las teclas. El murmullo del aire acondicionado.
Una canción casi susurrada por una voz femenina. Una nana inglesa. Un bebé tomando un biberón en brazos.
Dejo de teclear y me quedo escuchando la melodía, que consigue calmarme. Y a la vez me inquieta. Observo a la madre con su hijo, tras los cristales del despacho.
Un llanto súbito, y recomienzo mi tenaz tecleo.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Espalda


Sólo verás mi espalda. Cuando te acerques a mí, cuando me mires, solo verás mi espalda alejándose de tí.
Sólo verás mi espalda. Cuando me busques, cuando quieras acariciarme, no verás otra cosa de mí.
Sólo verás mi espalda. Cuando me hables, cuando me grites, cuando quieras insistir.
Sólo mi espalda verás. Cuando yo no esté dispuesta a darte nada más...

domingo, 23 de septiembre de 2007

Ventanas



Me asomo a la ventana de mi piso madrileño y la abro un palmo. Contemplo mi picanto verde aparcado junto a la acera, tan solitario y con apariencia aburrida y me entran una súbitas ansias de coger las llaves y el reproductor de CD, subirme al coche, poner la música a todo volumen y conducir...
Salir de mi calle, salir de mi barrio, salir de mi ciudad (¿mía?), salir de mi provincia, quizá hasta de mi país.
Por muchos kilómetros que recorra y por mucha velocidad que alcance, sé que nunca podré salir de mí misma.

Otoño

La radio se enciende automáticamente como todos los días, esta vez a las 11 de la mañana. Suena "Save it for a rainy day", y no puedo evitar un ramalazo de melancolía. Y un ligero nudo en la garganta que consigo superar no sin algún esfuerzo. Entonces me doy cuenta de que por fin ha llegado el otoño. Y a medida que escucho las notas de la música, recuerdo otro domingo, cercano aún, que comenzó de forma similar, con otra estación y otra melodía, y acabó de forma totalmente inesperada, a más de 100 km de mi casa, en un hostal fronterizo.
Y entonces sí que ya es imposible contener el nudo de la garganta y dejo que se deshaga y fluya libremente, aunque fuera luce un sol otoñal espléndido tras una noche lluviosa que me he perdido.
Es domingo, es otoño, el nudo se deshace, veo las cosas más claras, qué más se puede pedir...